Pero el propósito de Dios no fue frustrado. A través de los tiempos que siguieron, Dios continúo trabajando hacia la restauración de su Reino. Primero con Abraham, Dios estableció una relación con un hombre en el que confiaría y seria obediente a el. Esa confianza y obediencia seria el fundamento para su Reino. En respuesta al compromiso de Abraham Dios prometió que lo haría padre de muchas naciones, de bendecirlo, de hacerlo bendición y darle una tierra. ¿Cuanta tierra iba Dios a darle a Abraham y a sus descendientes? Toda la tierra; ver Romanos 4:13. Luego cuando el reino de Israel fue establecido con David, Dios prometió que uno de sus descendientes continuaría su reinado. Los profetas del antiguo testamento profetizaron la venida del libertador; Isaías dijo, “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán término, sobre el trono de David, y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto,” Isaías 9:7.
Así, cuando Jesús vino a escena, proclamo las buenas nuevas del Reino; que el gobierno de Dios desde el cielo estaba por ser restaurado: “Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio,” Marcos 1:15.
Entendemos de la oración del Señor que el Reino de Dios se lleva a cabo cuando su voluntad es hecha en la tierra como en el cielo. Pero para que cualquier persona participe en el Reino de Dios, el o ella debe recibir la semilla de la palabra del Reino (Mateo 13:19) y experimentar el nuevo nacimiento. Jesús dijo en Juan 3:5-7: “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer otra vez.” Se requiere un nacimiento espiritual, porque la humanidad ha estado espiritualmente muerta desde la caída de Adán.
Este Reino tiene dos componentes: Uno para el presente y el otro es la consumación que esta todavía por venir. Por ahora el Reino de Dios esta entre nosotros, una realidad invisible, como Jesús lo explica en Lucas 17:20,21. El mundo no vera el Reino o lo que esta sucediendo dentro de el, pero pueden ver sus efectos en el mundo y en la vida del pueblo de Dios. Y en esta realidad invisible nosotros los creyentes debemos aprender a operar, si vamos a operar el poder del Reino de Dios en nuestras vidas. Y luego la consumación final vendrá cuando Jesús será revelado y el establecerá su administración sobre la tierra.
El ministerio de Jesús demostró el Reino de Dios en acción. El apóstol Pedro describió en Hechos 10:38: “…le ungió Dios de Espíritu Santo y de potencia; el cual anduvo haciendo bienes, y sanando á todos los oprimidos del diablo; porque Dios era con él.” Es este el mismo Reino que Jesús le dijo a sus seguidores que debían demostrar en nuestro mundo hoy: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre,” Juan 14:12.
Jesús nos enseñó a seguir su reino antes de proveer a nuestras propias necesidades de comida, vestido y refugio. Es su deseo que subordinemos nuestras actividades a sus asuntos, y luego como resultado, nuestras necesidades serán provistas.
El primer paso en llevar a cabo el plan de Dios en nuestras vidas es recibir el regalo de la vida eterna. Si no has recibido la vida eterna, pídele a Dios ahora mismo para que te la conceda por medio de la fé: “Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para salvación,” Romanos 10:9-10. Haz esta oración creyendo en tu corazón:
Señor Jesús:
Ahora me arrepiento de mis pecados y me vuelvo a tí. Creo que moriste en la cruz por mi y resucitaste de la muerte para pagar el precio de mis pecados. Recibo ahora el regalo de la vida eterna y te recibo como Señor de mi vida. Gracias Jesús.
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